EDUARDO PADILLA: ENTREVISTA + POEMA






dibujo por Iker Vicente







                                                                                                                                                                           
¿Qué onda con Canadá, tus motores cívicos, qué espacio, lugar, los alimenta?

Mi intención no era nacer en Canadá. Se puede especular que en mis padres había maña o malicia, pero en cuanto a mí, nací allá por accidente. Nada sabía yo al salir al mundo sobre ese jugoso plan de cobertura de salud universal y apoyo al desempleado que tienen los canadienses. Nací apolítico y amoral. Mi primera jugada política de facto fue cuando aprendí a berrear, quiero decir, cuando descubrí que berrear a todo pulmón me conseguía resultados. A veces doble ración de leche y chocolate, a veces una bofetada en el culo. Desde aquel día, mi visión política no ha progresado gran cosa. Hoy soy mexicano por circunstancia e inercia. Bien podría ser iraní o sueco, y lo sería también por azar y por inercia. En general, me alegra no haber nacido norcoreano, aunque claro, qué maravilla habría sido nacer Kim Young-Lalo, hoy la estaría pasando bomba.

No estoy seguro sobre motores cívicos; tengo un motor en la panza y el otro allá por la región del peritoneo— tengo un tercer motor auxiliar tras la frente, que sirve para administrarle el negocio a los otros dos y mantenerlos contentos y a raya.

En cuanto a patria: patria, patria, qué es patria. Es una carta en un juego de naipes. Sabes cuándo se usa, cuando el mandamás necesita que vayas a matar a alguien de a gratis, o que le des la mitad de tu sueldo, o que vayas y sacrifiques un brazo, una pierna, o un hijo, para alimentar a un becerro de oro. “Paaaatriaaaaa, Paaaatriaaaa”, berrea el becerro de oro. Su visión política tampoco ha progresado gran cosa.


¿Buscas dimensión universal en tu poesía?

Lo universal y lo particular son buenos nortes. Toda cancha necesita de buenos postes para saber por dónde meter la pelota. Entre lo particular y lo universal hay suficiente espacio (hay demasiado espacio incluso, hay una terrible desmesura de espacio) como para todo tipo de maniobra y jugada. 

Además, todas las personas y las cosas, todas las que uno pueda imaginar, están hechas de proporciones inciertas de universal y particular. Uno puede divertirse vida tras vida tras vida, jugando a discernir de qué están hechas las personas y las cosas, las relaciones confusas entre lo impersonal (universal) y la perversión infinita de lo particular.


La lluvia de invitaciones para colaborar con tus poemas. ¿Arruina de alguna forma otros intereses?

Lo único que arruina es mi interés por el dinero, cosa que me interesa bastante. Pero de la lluvia (no— es más bien una avalancha, es un verdadero bukake) no he derivado un solo peso. Sé que es la misma queja de siempre, qué se le va a hacer. Helo ahí, el fantasma de lo universal.


¿Por qué no mantenerse al margen del chismorreo cibernético?

De una vez, ¿por qué no mantenerse al margen de todo? Pero uno no es Buda, ni aquel esquizofrénico cuasi-vegetal que sale en el Murphy de Beckett. Siempre uno acaba torciéndose, y entablando relaciones políticas con la panza y el peritoneo. El chismorreo cibernético cabe ahí, entre esos dos postes, la panza y el peritoneo del becerro de oro lo dictan todo, “haz patria, hazme compañía, hazme un hijo, hazme barbacoa, haz patria, hazme un hijo, hazme compañía, hazme un buen entierro.”


¿Cuáles son tus aficiones?

La panza y el peritoneo. Escribir sobre la panza y el peritoneo. Reírme de la panza y el peritoneo. Jugar videojuegos sobre la panza y el peritoneo. Etc.
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La navaja de Sevilla




a Jorge Posada




A medio acto
comienza a cantar la navaja.
La navaja del barbero siempre está un paso
entre la servidumbre y el crimen.

En el aire se respira una intriga espumosa.
La intriga es la piedra con la que se afila el instrumento.

El barbero afeita al cliente con la mente en blanco
mientras la navaja destella
y canta una aria…



La navaja canta
y separa al hombre de sus vellos.
La navaja es santa
pues separa a nobles de plebeyos.



… en el tercer acto el rey hirsuto se mira al espejo:
se contempla opaco,
teddy bear
ajado y viejo.

Es hora del antiguo rito,
hora de que el príncipe lo afeite
y de que herede su gorrito.

Lo primero que el rey
procura heredarle a su heredero
es el pulso de todo buen barbero.



¿Y la navaja qué declama?



“Hagan fila, hagan fila,
Tengo fines para todos.
Hagan fila o rompan fila,
tengo filo para todos.”










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